domingo, 19 de março de 2017

EL NACIMIENTO DE LA MAR

Por la mañana ella no se reconoce. No reconoce el cuarto. No reconoce el nochero. No reconoce el espejo.
Se levanta con el pie que sea y tantea el mundo, despacito, como si cada sensación fuera una sorpresa única y original.
En su cuerpo desnudo hay marcas de ausencias, que cada día son ocupadas por memorias distintas.
Mira las fotografías en las paredes; hay siempre mucha gente. Mira a sí misma y siente nostalgia por algo que no logra captar con claridad.
Se limpia los ojos y sonríe…
Escribe siempre al amanecer, como un ritual, para sacar emociones molestas o impactantes que resultan inalcanzables antes que se vuelvan palabras.
Este día, sin embargo, decidió ser breve. Brincó a la cama,  agarró su diario y escribió:
“El día de hoy me dedicaré a disfrutarme.”
Amaneció contenta. Se tocó las mejillas, se acarició los brazos, recurrió sus estrías con las puntas de los dedos y se abrazó con un suspiro de confort.
Empezó a sentirse flotante, aunque, desubicada como siempre, no logró recordar con exactitud qué significaba esto. Se dejó guiar por sus impulsos y ligero se fue moviendo el cuerpo hacia las escaleras, las cuales bajó sutil mientras se rascaba el hombro izquierdo.
Salió, desconectándose poco a poquito de sus sueños, sintiendo la luz débil de un sol que podría ser de Noviembre.
No sabía en qué mes estaba, no importaba, y se dejaba llevar por la tranquilidad de la propulsión que la conecta al universo.
Sus pasos la dejan en una floresta.
Llueve, espesa y cálidamente, y cánticos roncos y potentes contaminan el aire.
Bajo un árbol cítrico, se recuesta, a vislumbrar. Come sus frutas. Observa los pájaros. Escucha la naturaleza en detalle y con una sonrisa amplia vibra feroz dentro de su organismo la textura interna de un tronco.
Ella se siente viva y con su tambor invoca la suavidad de aguas muy lejanas.
En sus venas, la sangre se armoniza con la convulsión de la selva y se mezcla a ásperas voces de sirenas que habitan ríos.

Intuitivamente, llora, y su cuerpo se abre y se propaga sumergiendo árboles en océano, transfigurados de hoja en pez y de madera en dirección.

sexta-feira, 2 de dezembro de 2016

POR UNA PROCTOLOGÍA DELIRANTE

El deseo es excremento. Residuo. Irreconocimiento.

La palabra es mierda, gozosa e incontrolable, aventada al ventilador.

No contentos con bañarnos en la mierda de nuestro culo, nos nutrimos de la lluvia de heces de los poetas, de los artistas, de los (c)académicos, de los insanos, de los acelerados intensos mediocres abyectos rotos desviados predadores caníbales hambrientos incontinentes bohemios.

Escribir es un acto fecal. Cacofagia. Coprofagias. El texto es mierda – se reconfigura a cada nueva cagada; se nutre de desechos.

El estilo es excremento – es norma altero-radical. Tanto deseo como estilo se solidifican justo ahí en donde la palabra es insuficiente y la solidificación es contingente.

Queremos gritar con el culo, gritar desde el intestino, descontroladamente, alimentándonos de urgencias, incendiando, descalabrando, designificando, vulnerando. 

Queremos ignorar la limitación de los sabores que ingerimos. No lograr diferenciarlos. Desbordar. Inventar paladares aromáticos que se tejen y entre-fluyen en simbiosis asimétrica. Abrir la percepción al más allá de la semántica. Performar antes de ser. Estar donde el lenguaje no delimite la perspectiva; estar allá en donde los “cinco sentidos” son abyectos; corporificarse deseo y estilo en mosaicos indisciplinados, deformes e incoherentes.
 
Cacofagia: saborear inmundicias.

Defecar: incendiar: violentar; vivir el podrido, la putrefacción, la escatología.

Expulsamos la esquizofrenia por el ano y la inyectamos líquida en nuestras venas.

La sangre. El linaje. El color. Cacocitosis. Los genes corrompidos.

Los lazos sanguíneos son ficciones. La simbiosis con la madre es una ficción. El lenguaje está encarcelado en el útero y preformatado en vulvas y verguitas.

Histeria.

El ano es resistencia disociada: negación a la pertenencia genética.

Histeria vomitada.

La genética es también ficción, anclada al útero, alienada; desconectada del cuerpo, reterritorializa el desvarío.

El culo niega la escritura, niega la metonimia, expulsa entre compulsión y estreñimiento.  Es máquina que produce organicidades.


Proponemos delirar la proctología; des-patologizar la organicidad; dilatar los esfínteres; pensar desde el culo; contaminar las manos; hacer de las heces alimento y palabra regurgitada. 

quinta-feira, 1 de dezembro de 2016

La noche se inventa (Fragmentos 2)

Ella entró y se sentó como si no hubiese nadie al lado. La saludó fríamente con la mirada chueca y dispersa en el aire. Para engañar los nervios se puso tiesa como piedra y, coordinada con el frío que anticipa el invierno, decidió acompañar la charla con vodka y mucho hielo.


[Esta chica que está delante de mí me espanta, tiemblan mis huesos, sus ojos ignoro y cuando me mira volteo antes que se dé cuenta. Trato de analizar sus gestos para que no me sorprenda con ojos de perro.]


(A ella no la entiendo y disparo carcajadas con cuentos biográficos invertidos. Mi sonrisa es hermosa y naturalmente la seduzco, naturalmente… sarcástica finjo que no miro los lentes que ocultan parpadeos.)


Ella estaba fluida y cuando ella llegó sintió afecto. Siguió moviendo un popote en el mojito que tomaba sin pensar en nada. Luego pensaba en universos y en tiempos y en desenlaces de cuentos que no tienen cierre.


[Si la comida tiene jengibre, la hierbabuena sabe rica, afirmo, y ella comenta, punto por punto, la absorción de alegría a través de los alimentos. Escucho con seriedad pero me gana la ternura. Y sonrío, sin exageraciones, exhalando eructos discretos.]


[Huelo esta alegría, en el aire, mezclada a los alientos que están alrededor. No puedo mirar a nadie, e intento adivinarlos todos por el olor. Pura distracción. Llega un chico a saludar y me relajo, sin obligarme a hablar, y escucho (aunque no realice ningún esfuerzo para que noten mi escucha).]


<Ellas entablan charlas poco creíbles y retoman tonos visiblemente opuestos: una cuenta maldades usando erotismo y la otra cuenta erotismo usando metáforas antropófagas. Entiendo a ambos puntos de vista: su humor es descaradamente zonzo.>


La noche sigue, con risas y ataques de cólera, con el ruido de algazaras y llantos que colindan en algún espacio entre mesas y sillones. Luego hay música y los oídos se desconectan sin dejar que los ojos se revelen detrás de los lentes. Los olores se fusionan, en la negación que se diluye entre uno y otro beso.


NOTAS LIBRES Y NADA FIABLES PARA INTENTAR DEJAR DE SENTIR CULPA POR SENTIR O LAMENTACIONES DE UN CUERPO-SOCIOINDIVIDUALIZADO-HISTÉRICO QUE NO QUIERE SEGUIR VOMITANDO

En los contextos que habitamos (no sé quiénes somos, pero me niego a ser un yo, aunque paradójicamente use la primera persona para negarlo) hay una fuerte cisión entre experimentar y sentir, entre pensar y emocionarse y entre pensarse y socializarse. Lo social cuando se vuelve psíquico ficcionaliza una individualidad inaccesible y aislada de la comunidad que es justificada por traumas que más tienen sentido en el presente que en el momento mismo de lo que posteriormente se resignifica como herida.

Por otro lado, hay una presión por “sentir” de una manera regulada y casi teatralizada – porque no es espontánea. El cuerpo significa sin palabras y cuando es puesto en palabras es negado, es rechazado, y lo que no puede estar simbolizado es forzosamente significado en esta caja negra que se nombró “emocionalidad”. Emocionarse, en cierto sentido, es negar lo que se siente – porque la palabra misma es una negación o contención del acto bruto.

Sin embargo, no es posible sentir sin que exista la otredad (que da sentido mismo a lo que se siente) y la palabra termina salvándonos de la inercia de la vida por la vida. Sin relaciones no existimos tampoco, no somos, o por lo menos no somos dentro del orden discursivo que habitamos. ¿Y acaso hay cómo hacerlo fuera del orden discursivo?

Relacionarse es una palabra polisémica que no rara vez es direccionada únicamente a su sentido romántico – y en sentido romántico amar está muy lejos de relacionarse y mueve culpas y culpas y culpas que se reinscriben en heridas narcisistas y en una idealización de un “otro” tirano que proyectamos en un cuerpo humano a quien desproveemos de agencia y de complejidad. Este “otro”, que tiene base en la relacionalidad que nos permite ser, es, así, indiferenciado.


En nuestros contextos tener una relación de tipo romántica es una presión y por ahí andamos enamorándonos y sintiendo culpa por ello. Es una presión enamorarse y ser correspondido, pero para enamorarse y ser correspondido es necesario ignorar lo que se siente y actuar de una manera “equilibrada” y “madura” que no condice con la falta de equilibrio misma que es estar delante de otro con quien verdaderamente no nos relacionamos. Luego en algún momento la violencia explota y rompemos la ficticia simbiosis rechazando el otro real (o matando a este otro, simbólicamente o no). En seguida, con el afán de tirar el amor romántico a la basura lo vivimos en su radicalidad inventándonos amores tan idealizados que nos sentimos culpables por sentir. Nos autosaboteamos. Desbordamos. Y huimos a nuestra incapacidad misma de sentir sin sentir culpa por sentir.
Muy cansada de la somatización nuestra de cada día, hice este blog para vomitar palabras y evitar el vómito literal. El vómito como síntoma puede estar asociado a la "histeria", categoría psiquiátrica que dio origen al psicoanálisis freudiano, históricamente conectada a los cuerpos "mujer" (histeria etimológicamente viene del griego "hystear" que significa útero). Aunque este diagnóstico queda "corto" para comprender las "enfermedades del alma" (usando el término de Kristeva) de nuestros días, lo retomo no como diagnóstico psiquiátrico o psicoanalítico sino como impulso de escritura. Ojalá lo disfruten.